lunes, 17 de noviembre de 2014

- Sophie -

─ Parte 1 ─
Y ahí estaba ese hombre, sentado como cualquier otro pasajero. Un individuo que Nick jamás había visto y que le prometía la vida con la que él siempre había soñado. Nada tenía sentido alguno así que Nº4 cogió la mochila, colocada en la zona destinada al equipaje, y tomó la mano de Nick. Este parecía no percatarse de los estirones que Nº4 le procuraba para poder sacarlo de la incómoda situación en la que se encontraban. Nadie parecía percatarse de lo que sucedía. Nadie podía verles, pues ya estaban en la niebla. Su entorno había perdido el color y toda la escena se había teñido repentinamente de blanco. Los pasajeros habían enmudecido y Nick había cesado su plática con aquel hombre. Pero él no. Aquél individuo todavía conservaba su color, no como el resto de pasajeros del tren, cuya palidez era comparable a la del yeso. Nº4 no hizo más que moverse cuanto podía para llevar a Nick consigo pero este no se movía, no tanto porque ella fuese una mujer, ni por la corpulencia de Nick, si no porque el ambiente se había pausado. Tratando de esconder la mochila del extraño, lo único que ella pudo lograr realizar fueron movimientos lentos y que no hacían más que provocar una ligera sonrisa en la cara del hombre mientras este le arrebataba de las manos la mochila. El, finalmente revelado, agente se encaminó hacia la salida del tren y desapareció entre las personas que habían quedado inmóviles en el momento de abordar el vagón. Segundos después, todo recuperó su color y los pasajeros continuaron hablando mientras otro grupo subía, el revisor pasaba junto con dos guardas y Nick volvía en sí.
         Lo había robado y nadie se había dado cuenta, nadie, solo ella y sus torpes movimientos por intentar evitarlo. Nick continuó hablando, inquiriendo que debía hacer para conseguirlo hasta que se dio cuenta de que hablaba a un asiento vacío. Miró, buscó pero no encontró pista alguna de aquel hombre. Tanto él como ella no habían hecho más que ignorarle hasta que la tarea se hizo imposible y ahora aquel individuo se había escabullido sin siquiera ofrecerle una forma de obtener aquello con lo que había soñado toda su vida. Después de salir del trance en el que tal conversación le había dejado alzó la mirada hacía Nº4 y la encontró de pie y vuelta de espaldas.
         Estaba paralizada, no sabía cómo reaccionar ante lo que había ocurrido pues correr detrás del individuo no serviría de nada ya que podía cambiar de forma a su antojo. Miró a Nick y el no hizo más que levantarse para coger la mochila que creía que todavía seguía ahí, seguramente con el propósito de abrirla y deleitarse la vista con el transistor que había en ella. Llevaba todo el día con ella corriendo de arriba abajo sin saber si podrían tener tiempo para utilizarlo y ya se había hartado. Buscó en la parte de arriba del habitáculo, pero no la encontró. Miró a Nº4, quien seguía de pie, esta vez mirando hacia la salida, permanecía quieta, conmocionada. La mochila había desaparecido, Nº4 estaba en estado de shock, y Nick no parecía saber que había sucedido.

         Nº4 siempre había sido una erudita. Máximas notas en todo. De pequeña no sobresalía demasiado ya que siempre había algún que otro superdotado, así que sumar y restar cuando alguno no sabían no era nada del otro mundo. Pero todo cambió cuando pasó de dividir y multiplicar rápido a hacer factoriales. Factoriales de 3 cifras que no tardaba más que unos minutos en resolver mentalmente. Poco después vino el aprendizaje por su cuenta con libros que sacaba de bibliotecas que la formaban en raíces de cualquier tipo, funciones exponenciales, y cosas imposibles de realizar para cualquier niño menor de 10 años, como derivadas e integrales que mentalmente resolvía simplemente alzando la vista como buscando las respuesta en el techo de la clase o en el gotelé de la pared de casa.
         Pero a pesar de ser inteligente de una forma tan excepcional, hasta que no cumplió los 12 años no tuvo lugar la primera pausa. A la hora de desayunar, ella se encontraba sentada en la mesa cogiendo el cuenco de leche caliente con las manos porque hacía frío. En un momento dado su padre le dijo que debía tomar cereales así que se acercó a echárselos. Ella gritó que no quería pero cuando abrió los ojos los cereales estaban levitando y la cocina se había quedado en silencio. La televisión no decía nada, su madre le daba la vuelta a la tortilla que le estaba haciendo para almorzar y esta no caía, al igual que los cereales. Quietos, todo en pausa. Ella no tuvo tiempo para reaccionar pues del susto se echó demasiado hacia atrás con la silla y se cayó al suelo. Con el simple golpe que se dio en la cabeza el tiempo volvió a su ritmo natural. Así mismo, su padre se asustó de tal manera al verla desaparecer y de repente aparecer en el suelo que empujó la caja de cereales dentro del cuenco de leche y esté le aterrizó a ella en la cara. Una vez en la ducha, le volvió a ocurrir, esta vez 2 minutos. Durante 2 minutos el agua permaneció suspendida, una visión que le recordaba la cortina que su abuela tuvo por un tiempo en el pueblo, toda llena de cuentas azules transparentes. Finalmente, una noche, mientras cenaban en la cocina, sus padres vieron como desaparecía sin dejar rastro. Se había caído de la cama y el tiempo había vuelto a la normalidad. Así que por fin tuvo la oportunidad de poder explicar a sus padres lo que le sucedía, aunque tuvo que demostrarlo unas cuantas veces para diversión de estos.
         A partir de entonces, y junto con la ayuda de su padre consiguió prolongar las pausas para así disponer de más tiempo con el que observar el mundo en silencio. En cuanto al colegio ella iba por libre, se traía cada día un libro diferente para poderlo leer a la hora del descanso, ya que a ella le duraba 2 horas. Cuando los compañeros le molestaban ella no hacía más que pausar el tiempo y esfumarse con tranquilidad, mientras seguía paseando y leyendo.
         Un día de verano, su padre fue a la cocina sudado y con una pulsera grande, niquelada y con una frase grabada "cargar antes de usar". Llamó a su hija con un sonoro grito "Sophie!" y ella apareció en milésimas de segundo ante él. Sin perder mucho el tiempo, le puso la pulsera y le pidió hacer lo que ya habían probado otras veces.
         Lo que primero vino fue un flash azul, más tarde un descenso súbito de la temperatura, cayó la noche y luego un fuerte viento acompañado de copos de nieve que llenaron la cocina, convirtiéndola en una especie de nevera al aire libre. Un momento después, un flash rojo se reflejó en los copos de nieve que revoloteaban y el frío dejó paso de nuevo al calor reconfortante que previamente se sentía en la cocina. Todo había ocurrido tan rápido que Sophie y su padre no lo pudieron procesar, pero tuvieron claro que su invento había funcionado. Por fin lo habían logrado, aunque el resultado fue una montaña de nieve acumulada por todas las superficies de la cocina, que acabó licuándose en cuestión de minutos, encharcando el suelo de la casa. Nada importaba, lo habían logrado, habían creado un portal espacial que solo Sophie podría usar.

....continuará.