Necesito una máscara, un escudo, un disfraz. Necesito
distancia. Necesito abstracción. Necesito una máscara que me permita olvidar mi
apariencia y dejar atrás los pensamientos que anulan la máxima expresión de mi
personalidad, que me impiden ser feliz.
Necesito un escudo que haga de mí una persona impenetrable,
o al menos resistente, que nadie ni nada malo me afecte, ni a mí ni a mi
personalidad.
Necesito un disfraz, una actitud. Saber cómo comportarme
dependiendo del disfraz que lleve puesto. ¿Apariencia sexy? ¿Apariencia
interesante? ¿Apariencia divertida? ¿Apariencia…?
Para conocerme por dentro necesito conocerme por fuera,
porque parece que me guío bastante por mi apariencia y por lo que veo de mí (y
cómo lo veo) para actuar de una forma u otra. Necesito criticarme, parodiarme,
caricaturizarme. Todo ello para lograr superar los obstáculos y barreras que me
impiden ser yo.
O, en lugar de conocerme, puedo ocultarme, protegerme bajo
unas gafas, una bufanda, un pendiente, algo que me haga actuar como yo quiero,
o al menos, actuar de una manera que me apetezca.
¿Y si me gusta organizar cosas? ¿Ser un perfeccionista sobre
los planes y lo que pasa es que me decepciono cuando las cosas no salen tan a
gusto como yo creía? Entonces, cuando pasa eso, tendría que tener claro algo en
la vida: mi personalidad ―enfadarme, reírme, ser sarcástico, pero ser algo, no
quedarme callado y asentir como un robot, demostrar lo que siento―. Sin
embargo, quizá, me dejaría llevar demasiado por mis emociones con tal de no
pensar. Mejor averiguar cómo soy y luego ser.