— Parte 1 —
Paco se paró a pensar, solo unos segundos, en cómo
sería la vida si pudiese mover las piernas, si alguien supiese que el intentaba
con todas sus fuerzas realizar un gesto que diese indicios de que él no era tan
solo un objeto inerte sentado sobre una silla de madera. Cada día lo intentaba,
parecía como una corriente eléctrica que comenzaba en las extremidades
inferiores y que se extendía hasta el trasero, impulsando más tarde la columna,
el pecho y finalmente los brazos y la cabeza, permitiéndole pronunciar un
soplido de aire que pasaba desapercibido. Esta corriente no era más que un
recuerdo de una libertad perdida, eran movimientos que recordaba poder realizar
pero que ya no estaban dentro de sus capacidades.
Si no fuese por Berto, Paco habría continuado toda
su vida pensando, meditando en silencio con la mirada perdida en el horizonte. Dándose
anualmente un baño con otros seres inertes en un remolino de agua que lo
limpiaba de cabo a rabo.
Una mañana, después de tomar el desayuno, Berto
volvió a su habitación con un sobre marrón con muchos sellos y caracteres
asiáticos. Berto lo miraba con cierta incertidumbre acerca de su contenido,
esperando encontrar en él propaganda sobre Japón o China. Impacientes por saber
lo que este guardaba, Paco observó cómo Berto rompía el sobre y lo alzaba por encima
del escritorio para lanzar sobre este su contenido. Paco esperaba ver algún
tipo de postal con el monte Fuji o con la Gran Muralla pero en su lugar solo
vio caer unos papeles y una moneda.
—Vaya, Paco, parece que alguien me manda sus pobres
ahorros desde Corea o algún país de por ahí, —se rió—, a ver qué dice…
Berto comenzó a leer la carta en alto con aires de
superioridad, pensando que sería la típica carta de propaganda de viajes:
“A la atención de Don Alberto
Figueroa,
La
excelentísima Organización de los Bienes y Derechos Restituibles, cumpliendo
con su deber de almacén de derechos, le hace entrega de los siguientes objetos:
-
Moneda de
bronce de 10cm x 10cm, almacenada bajo medidas de conservación calidad Premium
con la inscripción en caracteres japoneses, 基地 .
Depositada
en la caja fuerte nº 2805/1964 del almacén con fecha 17/JULIO/1993.
-
Fotografía
de 20cm x 15cm, almacenada bajo medidas de conservación calidad Premium en la
que figuran varias personas y una anotación en el reverso.
Depositada
en la caja fuerte nº 1901/1964 del almacén con fecha 17/JULIO/1993.
El almacén
realiza el envío de tales objetos para que sean recibidos en la fecha acordada
por los depositantes, 17 de julio de 2015, y formaliza el traspaso de derechos,
cumpliendo con su labor y con sus deberes de almacén.
Consecuentemente
y siguiendo el protocolo de entrega del almacén, los propietarios de tales
objetos renuncian a ellos y le hacen entrega de dichos objetos y de los
derechos relativos a estos al señor Figueroa.
Atentamente,
Organización
de Bienes y Derechos Restituibles”
Berto se quedó a cuadros.
—¿Qué?... venga ya… ¿otra vez?... tío, Paco, hay
gente que me manda cosas desde donde tú viniste, otra vez ese almacén. Así que
ahora te tengo a ti, —miró fijamente a Paco y se giró de nuevo al escritorio
pensativo—… tengo también una foto… y esto —mirando la moneda—.
Cogió la moneda, fue hacia la ventana y la miró
atentamente como esperando entender japonés.
—Mmmmm… —gesticulaba intentando descifrar lo que
ponía— ya…, suponía que “árbol” no era, —se rió— bueno…, ya ves tú.
—Imbécil —pensó Paco— pone “base”. Dámela, Berto! ..., ¡dámela
ahora mismo!
Su grito pasó desapercibido pues Berto se dio la
vuelta de nuevo hacia el escritorio y cogió la fotografía. Mostró la misma cara
de incertidumbre que antes y se dirigió hacia Paco para hablarle.
—Chaval,… ―suspiró― si al menos salieses tú en la
foto, puede que algo de todo esto tuviese algún sentido. Sin embargo, aquí
estamos los dos con una fotito y una moneda de bronce de —repitió con voz formal—
20 centímetros por 15 centímetros con caracteres japoneses.
Paco estaba de los nervios pese a su aparente
estado de objeto inerte. No podía hacer más que pensar en la moneda que acababa
de salir del sobre.
Berto cogió las cosas, se tumbó en la cama recién
hecha y las miró de nuevo.
—Bueno,… esto creo yo…que ya me sobra —mientras
tiraba el sobre al suelo de forma despreocupada— y ahora vamos a ver quiénes
son estos asiáticos de aquí.
Miró la fotografía sin preocuparse mucho por
descubrir quiénes eran ya que parecía no distinguir a uno de otro.
—Vaya, son igualitos, a lo mejor son parientes
lejanos que me envían regalos, —se rió—… ya, bueno… lo dudo.
—¿Tú eres tonto o te lo haces, chaval? —pensó
Paco—.
Berto se levantó de la cama y se arrodilló ante
Paco, con la fotografía en una mano y la moneda de bronce en otra.
Paco quería moverse, quería hablar, pero sobre todo
quería hacerse con esa moneda pero no podía. Llevaba demasiado tiempo sin
moverse, cuatro años pasados en esa casa sin haber podido hablar con nadie,
viendo el tiempo pasar.
—No puede ser —pensó Paco— ¡dame la maldita moneda
de una vez! ¡Dios! —se sulfuró y lanzó un grito mudo— ¿por qué tengo que tener
la apariencia de un simple osito de peluche?
Berto permanecía arrodillado, mirando fijamente
hacia el suelo y respirando profundamente mientras analizaba la situación. De
repente, miro a Paco como si este le hubiese dicho algo, pero erró, pues este
seguía en su postura habitual, inerte y con los ojos vacíos.
Siguió pensando en quién podía estar enviándole
estas cartas y en porqué de nuevo, pues hace cuatro años había recibido un
paquete enorme con la misma cantidad de sellos y garabatos, junto con una carta
similar renunciando a Paco.
—Es cierto,… —suspiro y sonrió— recuerdo que me
pareció un nombre muy raro para un osito.
Berto se acercó a Paco y comenzó a golpearle la
nariz lentamente mientras pensaba en la relación que guardaban estas cosas
entre sí.
Con el primer golpe Paco lo sintió, empezaba a sentirse más libre aunque igualmente oprimido. La moneda le
devolvía la energía a las baterías de Paco y aunque sentía una energía perdida
hace mucho tiempo, no tenía suficiente para poder alcanzar a moverse y coger la
moneda que no dejaba de golpearle la nariz. Al cabo de una serie de golpes sobre
la nariz de plástico, Paco se puso en pie, le quitó la moneda de la mano y le
gritó en la cara “¡Deja de tocarme las narices y dame la moneda!”
…continuará.