Hoy iba de camino a
clase. He tenido que bajar en Atocha, donde tengo que hacer siempre trasbordo.
Iba escuchando música con el mp4 y me he girado hacia atrás para ver mejor el
panel de trenes y cuando me he girado, ¡PAM!, señora aparece de la nada y me la
como de lleno. La he tenido que sujetar bien porque si no la hubiese tirado al
suelo. Bueno, el caso es que durante los tres segundos que ha durado el choque,
me he estado disculpando como si hubiese tirado a un bebé a las vías desde un
puente.
He seguido caminando
hacía las escaleras mecánicas con un sentimiento de culpa enorme y pensando que
seguramente miraba hacia abajo porque llevaba sandalias y le habría aplastado
los dedos con las deportivas.
Y ENTONCES, ME HE DADO
CUENTA…
La señora de unos
cuarenta y tantos años iba, como buena señora adaptada a la era en la que vive,
leyendo en su Kindle, Keetle, Kinder o lo que sea.
¡Será perra! ¡Me había
echado una mirada de odio extremo cuando la culpa también era suya!
¡Ahora sí que tiro al bebé
a las vías; el bebé, el carrito, los pañales y la partida de nacimiento!
Bueno, al menos la señora
fue más inteligente que yo y mis innumerables hostias subiendo y bajando de los
trenes y metros de Madrid. Todas ellas por ir leyendo un libro, Facebook, un
vídeo de Youtube, el grupo de Whatsapp de clase, el de un cumple, el de otro,
el de la cena de clase, el de un amigo cercano, lejano, intermedio, un desconocido
que no sé cómo tiene mi número, y bueno, otros…
La cosa es que a veces,
nos extralimitamos con ciertos hábitos y acabamos leyendo en la ducha,
escuchando música mientras tenemos sexo y haciendo un chatroulette desnudos en
medio del campus…
Ah… que… ¿vosotros no?
Bueno, jeje
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