jueves, 1 de octubre de 2015

¡Mira por donde vas!

Hoy iba de camino a clase. He tenido que bajar en Atocha, donde tengo que hacer siempre trasbordo. Iba escuchando música con el mp4 y me he girado hacia atrás para ver mejor el panel de trenes y cuando me he girado, ¡PAM!, señora aparece de la nada y me la como de lleno. La he tenido que sujetar bien porque si no la hubiese tirado al suelo. Bueno, el caso es que durante los tres segundos que ha durado el choque, me he estado disculpando como si hubiese tirado a un bebé a las vías desde un puente.

He seguido caminando hacía las escaleras mecánicas con un sentimiento de culpa enorme y pensando que seguramente miraba hacia abajo porque llevaba sandalias y le habría aplastado los dedos con las deportivas.

Y ENTONCES, ME HE DADO CUENTA…

La señora de unos cuarenta y tantos años iba, como buena señora adaptada a la era en la que vive, leyendo en su Kindle, Keetle, Kinder o lo que sea.

¡Será perra! ¡Me había echado una mirada de odio extremo cuando la culpa también era suya!

¡Ahora sí que tiro al bebé a las vías; el bebé, el carrito, los pañales y la partida de nacimiento!

Bueno, al menos la señora fue más inteligente que yo y mis innumerables hostias subiendo y bajando de los trenes y metros de Madrid. Todas ellas por ir leyendo un libro, Facebook, un vídeo de Youtube, el grupo de Whatsapp de clase, el de un cumple, el de otro, el de la cena de clase, el de un amigo cercano, lejano, intermedio, un desconocido que no sé cómo tiene mi número, y bueno, otros…

La cosa es que a veces, nos extralimitamos con ciertos hábitos y acabamos leyendo en la ducha, escuchando música mientras tenemos sexo y haciendo un chatroulette desnudos en medio del campus…
Ah… que… ¿vosotros no?
Bueno, jeje


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