Saliendo del metro me ha
ocurrido, un pensamiento; eso es lo que me ha ocurrido.ç
En un instante he pasado
de F1 a tortuga. Toda la mañana con prisa y nada más salir del vagón de metro,
dispuesto a subir las escaleras que conectan con mi trasbordo, es cuando ha
ocurrido, me he quedado en blanco. No, no me he desmayado, simplemente mis
pulsaciones han bajado, mi cabeza ha decidido no esprintar por las escaleras y
ha empezado a pensar más despacio. He reducido la velocidad y me he abstraído.
¿Por qué cojones voy tan rápido? ¿Me voy a morir si no llego a tiempo?
Llevo toda la mañana
haciendo las cosas en piloto automático en lugar de disfrutar del hecho de
estirarme en la cama o de la ducha después de hacer ejercicio. Solo pienso en
que tengo que darme prisa en llegar a la universidad para poder aprovechar el
tiempo, pero ¿qué es aprovechar el tiempo?
¿Rentabilizar las horas
del día según un objetivo que nos hayamos marcado? ¿Es eso? Porque entonces, mi
objetivo cambia cada hora. Cuando me levanto, pienso en comer; cuando como,
pienso en no hacer nada; cuando no hago nada, pienso en hacer algo y cuando lo
hago, pienso en tomarme un descanso. Cuando tengo planes a medio o largo plazo,
otros planes a corto plazo me interrumpen, entonces ¿qué? ¿Me centro en unos o
en otros?
Porque si me centro en
unos, y los disfruto, siento que algo va mal, que no debería ser así y que por
tanto, estoy descuidando mis otros planes.
Al final, todo se vuelve
un mareo diario que por suerte, logro superar cada vez que me abstraigo y dejo
a mi cerebro en paz.
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