miércoles, 23 de septiembre de 2015

Mañana será otro día, un día diferente, pero el mismo día.

Hoy hace un día tranquilo. Me he despertado con toda la alegría del mundo, he besado a mi novio y he ido a recoger el carnet.
‒¡Ya es viernes, por fin llegó!
He tenido que ir a por el carnet de conducir pero bueno, ya puedo coger el coche de nuevo. Avisé a mi abuela la semana pasada de que la visitaría hoy. He cogido las llaves y he salido pitando a verla, porque si no se me iba a hacer tarde y no quería volver a casa a las tantas.
Voy por la carretera con mirada zombi, llevo en el maletero unas figuritas que le prometí que le llevaría y voy lento como un caracol tratando de que no se muevan lo más mínimo. Ya falta  poco para llegar al Racó.
Mañana iré por fin a trabajar. El jefe me dijo que en cuanto tuviera el coche le llamase.
‒Mierda tengo que avisar al jefe.
Cojo el teléfono y marco el número de su móvil.
‒Tutum
El coche ha tropezado con algo y se me ha caído el móvil al suelo. Piso el freno de golpe, me agacho y busco entre los asientos hasta que lo veo atascado bajo el pedal del acelerador. No alcanzo a cogerlo. Salgo, me meto de cabeza en los pedales y de repente oigo sonar un claxon. Salgo de debajo del volante.
Viene un camión enorme.
Me aparto.
‒Buf…
Al menos mi abuela volverá a ver a su nieto otra vez, porque, lo que vienen a ser las figuritas, están desparramadas por la orilla de la carretera junto al coche que está hecho pedazos y estampado contra un árbol.
Vuelvo a por el móvil, lo saco de entre los escombros, me hago una selfie y la subo.

«Mañana será otro día, un día diferente, pero el mismo día» – desde la arboleda de camino a casa de mi abuela.